Con el tiempo, este prejuicio contra el carbón fue desapareciendo y se fueron abriendo minas para su explotación en diversos países. El nacimiento del ferrocarril, a mediados del siglo XIX, tuvo enorme influencia en el desarrollo de la industria del carbón. Los trenes permiten el rápido transporte del mineral desde las minas a las fábricas y ciudades, y además el ferrocarril mismo consume grandes cantidades de este combustible. El carbón sirve también de materia prima para la obtención de gran número de productos, y ya a fines del siglo XIX era el más importante de todos los minerales. Las naciones faltas de carbón vieron muy dificultado su desenvolvimiento industrial.
El carbón comenzó a usarse como combustible, probablemente, en algunas regiones en las cuales los estratos afloraban a la superficie del suelo o se encontraban a escasa profundidad. Desgraciadamente, son pocos los yacimientos que presentan una ubicación favorable, por lo que se hace necesario perforar los estratos rocosos superpuestos por medio de potentes explosivos que reducen a fragmentos las capas de tierra y roca que cubren el mineral. Tanto los fragmentos, primero, como el carbón, después, se extraen valiéndose de excavadoras. Este procedimiento se emplea cuando la veta del mineral corre a escasa profundidad, pero tampoco son mucsios los yacimientos que se encuentran muy próximos a la superficie, de forma que son escasas las minas que se explotan por medio de excavaciones a cielo descubierto. Por ello se hace necesario, en la mayoría de los casos, para extraer el codiciado combustible, penetrar, a veces profundamente, en las entrañas de la tierra.
Lo primero que hay que hacer es excavar hondos pozos, que alcanzan algunas veces millares de metros de profundidad, para que puedan bajar por ellos los mineros, en una especie de jaulas de madera, provistos de picos y palas, para arrancar el carbón que consumimos. Estos obreros van provistos también de unas lámparas especiales, o lámparas Davy (en las •que la llama va envuelta por una camisa o cilindro protector de tela metálica tupida), y atacan con sus herramientas las paredes de carbón que los rodean, perforándolas en todas direcciones, y formando, de este suerte, largas y estrechas galerías, parecidas a los túneles. El carbón arrancado de este modo, se carga en vagonetas y se conduce sobre carriles hasta los pozos. El arrastre de las vagonetas corre todavía, en algunas minas, a cargo de pacíficos mulos o caballos que, si bien se defienden a coces y protestan con sus relinchos cuando se les hace descender en las jaulas, cumplen después su cometido a completa satisfacción en las galerías, y se habitúan a vivir *n ellas, lejos de la luz del sol.
Claro está que en la actualidad se explota la mayoría de las minas de carbón por procedimientos mucho más eficientes que los descritos. Al antiguo pico del minero lo ha sustituido la moderna perforadora que trabaja con aire a presión, y las caballerías han sido reemplazadas por pequeños ferrocarriles eléctricos que arrastran las vagonetas a lo largo de las galerías. Incluso se dispone de máquinas que socavan la veta y depositan directamente el mineral sobre una correa transportadora que lo lleva hasta las vagonetas. De esta forma se va aumentando el rendimiento y se hace menos penosa la labor.
El acceso a las galerías se logra por medio de pozos verticales y rampas, si las galerías son profundas, o por túneles a media ladera cuando el mineral se encuentra a menor profundidad. El trazado de los túneles y galerías presenta cierta similitud con el de una ciudad. Las galerías menores, que van siguiendo las vetas del mineral, desembocan en las galerías principales, a lo largo de las cuales discurren constantemente las vagonetas encargadas de transportar a los hombres y al mineral.
Para su descenso al interior de la mina, y para su salida de ella, los mineros utilizan ascensores o jaulas que se deslizan a lo largo de los pozos verticales, y el mineral también es elevado por este medio.
El carbón comenzó a usarse como combustible, probablemente, en algunas regiones en las cuales los estratos afloraban a la superficie del suelo o se encontraban a escasa profundidad. Desgraciadamente, son pocos los yacimientos que presentan una ubicación favorable, por lo que se hace necesario perforar los estratos rocosos superpuestos por medio de potentes explosivos que reducen a fragmentos las capas de tierra y roca que cubren el mineral. Tanto los fragmentos, primero, como el carbón, después, se extraen valiéndose de excavadoras. Este procedimiento se emplea cuando la veta del mineral corre a escasa profundidad, pero tampoco son mucsios los yacimientos que se encuentran muy próximos a la superficie, de forma que son escasas las minas que se explotan por medio de excavaciones a cielo descubierto. Por ello se hace necesario, en la mayoría de los casos, para extraer el codiciado combustible, penetrar, a veces profundamente, en las entrañas de la tierra.
Lo primero que hay que hacer es excavar hondos pozos, que alcanzan algunas veces millares de metros de profundidad, para que puedan bajar por ellos los mineros, en una especie de jaulas de madera, provistos de picos y palas, para arrancar el carbón que consumimos. Estos obreros van provistos también de unas lámparas especiales, o lámparas Davy (en las •que la llama va envuelta por una camisa o cilindro protector de tela metálica tupida), y atacan con sus herramientas las paredes de carbón que los rodean, perforándolas en todas direcciones, y formando, de este suerte, largas y estrechas galerías, parecidas a los túneles. El carbón arrancado de este modo, se carga en vagonetas y se conduce sobre carriles hasta los pozos. El arrastre de las vagonetas corre todavía, en algunas minas, a cargo de pacíficos mulos o caballos que, si bien se defienden a coces y protestan con sus relinchos cuando se les hace descender en las jaulas, cumplen después su cometido a completa satisfacción en las galerías, y se habitúan a vivir *n ellas, lejos de la luz del sol.
Claro está que en la actualidad se explota la mayoría de las minas de carbón por procedimientos mucho más eficientes que los descritos. Al antiguo pico del minero lo ha sustituido la moderna perforadora que trabaja con aire a presión, y las caballerías han sido reemplazadas por pequeños ferrocarriles eléctricos que arrastran las vagonetas a lo largo de las galerías. Incluso se dispone de máquinas que socavan la veta y depositan directamente el mineral sobre una correa transportadora que lo lleva hasta las vagonetas. De esta forma se va aumentando el rendimiento y se hace menos penosa la labor.
El acceso a las galerías se logra por medio de pozos verticales y rampas, si las galerías son profundas, o por túneles a media ladera cuando el mineral se encuentra a menor profundidad. El trazado de los túneles y galerías presenta cierta similitud con el de una ciudad. Las galerías menores, que van siguiendo las vetas del mineral, desembocan en las galerías principales, a lo largo de las cuales discurren constantemente las vagonetas encargadas de transportar a los hombres y al mineral.
Para su descenso al interior de la mina, y para su salida de ella, los mineros utilizan ascensores o jaulas que se deslizan a lo largo de los pozos verticales, y el mineral también es elevado por este medio.